martes, 25 de septiembre de 2007

Alcance y poderío de la ciencia Azteca:

… El valle de Anahuac brillaba en la madrugada como una joya. Resplandores anaranjados y dorados se desprendían de las aguas que rodeaban a la gran Tenochtitlán. Las actividades del mercado central se habían iniciado 2 horas antes y los mercaderes acomodaban las verduras, los frutales y las piedras preciosas sobre grandes y relucientes hojas de plátano. Cargando un bulto en su espalda, Cuauhtémoc caminaba abrumado por el peso. Descendía de una familia noble emparentada con el Gran Tlatoani y precisamente por ello todas las madrugadas, mucho antes de que saliera el sol, debía ir al mercado a realizar labores pesadas, conocer el sufrimiento y mezclarse con las clases más bajas como parte de su educación y entrenamiento. Estaba destinado a convertirse en un gran líder y por ello debía olvidarse de sí mismo. Él lo sabía, se lo habían dicho y advertido tantas veces que ya era parte de él, a pesar de su corta edad. Había aprendido a no quejarse y se veía compensado por lo que aprendía. Todo, aquí en la tierra es un reflejo del Cosmos y la misión del hombre es colaborar con el funcionamiento del Universo. Se acercó al comerciante en verduras y descargó su bulto, mientras pensaba lo anterior. …

… El Sumo Sacerdote se colocó a su lado y sin vacilar, introdujo el cuchillo al pecho del enfermo. Cortó las vértebras y extrajo el corazón. Lo partió en dos y con la punta del cuchillo raspó su interior. Después, unió las dos partes, las introdujo al pecho y colocando las manos sobre la gran herida que había hecho pidió que se cerrara. Esta así lo hizo ante los ojos asombrados de los niños y del Gran Tlatoani. El anciano fue levantado en vilo y colocado en el suelo.

En esa noche, la misma intervención se realizó con 12 enfermos, mujeres y hombres y al amanecer, después de haber reposado durante varias horas, todos se levantaron y saludaron al sol.
Moctezuma descendió la escalinata del templo, orgulloso del alcance y poderío de la ciencia Azteca.

… Su maestro afirmaba que existía una energía única manifestada en forma dual en la base del Universo que hacía que todo se mantuviera en su lugar y que a todo alimentaba. Era Ometeotl, el dueño de lo más junto y cercano y ellos, sus alumnos, debían aprender a reconocerlo y a tenerlo siempre presente. Para lograrlo debían purificarse a fin de abrirse a su influjo y poder hacer uso del mismo. Lo que habían atestiguado era la manifestación concreta de ese poder en manos del Sumo Sacerdote. Él recibía esa energía sin velos porque se había olvidado de sí mismo y lo llenaba con toda plenitud; pasaba a través de su cuerpo y éste la manifestaba.
El que se apartaba de Ometeotl vivía en la oscuridad corrupta y angustiante de una vida sin sentido. En cambio el que se abría a él, alcanzaba su lugar en el Cosmos y se volvía un sirviente del Universo, ayudando de esa forma a su mantenimiento. Así lo había hecho Quetzalcoatí y así, ellos, estaban destinados a hacerlo.
“El Prototipo”: Jacobo Grinberg-Z.